jueves, 26 de septiembre de 2013

Sobre la democracia participativa

La democracia deliberativa pasa necesariamente por un cambio de prioridades en la escala de valores políticos de los ciudadanos. Pasa por recuperar algo de la libertad de los antiguos y renunciar a parte de la falsa libertad de los modernos (recordando el genuino texto de Constant). Pasa por potenciar una mentalidad en la que el individualismo moderno que delega ciegamente la cosa pública en favor de autonomía y ocio alieante, sea desplazado por la virtud cívica, por el apego a lo común y lo colectivo.

Y muy al contrario de lo que sostiene la teoría económica de la democracia, de la que procede la tesis de la elección racional (las decisiones de los individuos siguen la lógica egoista coste/beneficios personales), participar en la esfera pública, no puede concebirse como un coste, sino como un compromiso, un ideal y una forma de entender la realidad política.

Para conseguir este ideal de ciudadano cívico, política, social e ideológicamente elevado, solo hay un camino: educación, instrucción y pedagogía ética.

lunes, 23 de septiembre de 2013

La libertad de competencia y su semejanza con el unicornio.

Son numerosos y variados los mitos que la cultura capitalista liberal ha promovido y extendido entre el sentir general de sus poblaciones  e incluso entre  núcleos académicos aparentemente serios e ilustrados. Su visión sobre la realidad, -hegemónica en lo cultural-  inoculada  a través de los grandes medios de socialización en la subjetividad política de las personas, ha instaurado en el imaginario colectivo,creencias y dogmas de fe asumidos ciega e irreflexivamente como categóricos.  Empero, se trata de ideas sesgadas y mendaces que pretenden pasar por axiomas, con el fin de embellecer y solidificar las bases del modelo dominante, y brindar a éste la legitimidad y el consentimiento ciudadano que le permitan gobernar con comodidad y docilidad.

Una de las falsas creencias mas propagadas por el folclore capitalista y sus apologistas académicos es la libertad de competencia, invocada como una de las principales bondades del capitalismo, repetida hasta la saciedad sin rigor ni base empírica con el único objetivo de engrandecer y dar cobertura doctrinal a tan destructivo modelo productivo y económico. Es la idea de que todas las personas pueden entrar libremente y sin trabas en cualquier sector industrial y comercial para iniciar un proyecto empresarial, adaptándose únicamente a las reglas de la demanda y la oferta, sin constreñimientos ni entorpecimientos a la competencia, es decir, garantizando la eliminación de cualquier elemento que restringa la libertad de competencia y de empresa (trusts, cárteles, fijación de precios, repartición de mercados, practicas colusorias, abuso de posición dominante...)

Sin embargo, del examen detenido de la historia y de los estudios mas serios emprendidos sobre la materia, se extrae una conclusión que desarticula y contradice este falso dogma.

Esta conclusión no es otra que la de considerar la libertad de competencia como una auténtica entelequia, una quimera. La  libertad de competencia es como los unicornios, su semejanza e identidad con ellos es palmaria. Y es palmaria y absoluta, porque al igual que los unicornios, la libertad de competencia, tal y como se concibe en el plano teórico, no existe y aboca inextricablemente al régimen monopolista

En los inicios del capitalismo industrial, cuando las economías de las sociedades más avanzadas y enriquecidas, alcanzaron niveles de crecimiento y desarrollo astronómicos, dando lugar a  cambios profundos  en todos los ordenes y niveles por el auge del liberalismo burgués, las reglas librecambistas y de autonomía en la competencia promovidas por el pensamiento capitalista tuvieron una aplicación práctica equilibrada y ajustada a la teoría en todas las ramas de la industria. El acceso a la actividad empresarial era libre para todos aquellos que tuviesen sobrados recursos y, una vez iniciado un negocio, la libertad de competencia resultaba respetada por la gran diversidad de negocios y empresas que florecieron. Fue en este período, cuando el capitalismo aún estaba sin desarrollar, el único en el que, a costa de la miseria y explotación de la clase obrera, se podía apreciar un cierto nivel de equilibrio de la libertad de competencia.

Sin embargo, con el transcurso de los años, se fue produciendo y consolidando un fenómeno inherente al capitalismo y de gran transcedencia para comprender sus efectos: la concentración de la producción y el surgimiento del capitalismo financiero. Este rasgo de la fase superior del capitalismo, tiene como consecuencia inmediata el surgimiento del monopolio y  la desaparición  de la libertad de competencia, salvo a pequeña escala y en sectores irrelevantes.

Se trata de un fenómeno elevado a ley natural del capitalismo que provoca, como consecuencia inevitable del desarrollo capitalista, la concrentación de la producción en número reducido de potentes empresas, gigantes económicos de gran dimensión y proyección internacional que, a través de los conocidos trusts y consorcios, van apoderándose de manera excluyente, con estrategias torticeras y abusivas,de todas las ramas y sectores de la industria. Todo ello conduce inexorablemente a que la libertad de competencia se convierta en monopolio de las grandes corporaciones.

La concentración de la producción es un fenómeno que no puede desligarse del surgimiento del capitalismo financiero y la oligarquía financiera. Son los grandes bancos los que a través del sistema de participación       -comprando acciones y formando parte de los consejos de administración de las sociedades de capital- y de la creación de comunidades de interés, van haciéndose con el control de las grandes empresas industriales, en todos sus sectores,  estableciendo una alianza  poderosísima y devastadora  con la industria. Esta regresiva alianza se extiende también a la esfera política, en la que los funcionarios públicos de mayor rango, ingresan en la dirección de los grandes bancos, de los principales cárteles. De esta manera, las legislaciones mercantiles y bancarias de los países mas poderosos (Francia, UK, USA y Alemania) se articulan a la medida de los interés del capital financiero, fruto del conchabeo entre bancos, políticos e industriales capitalistas.

No debemos confundirnos. La libertad de competencia conduce inexorablemente al régimen monopolista.
Y no es que con este pequeño texto queramos dar respaldo a las tesis librecambistas y al modelo capitalista puro, sino que pretendemos desmontar la gran falacia de la libertad de empresa y de competencia, que no es más que una camuflaje retórico para encubrir el dominio de la oligarquía financiera y embellecer el capitalismo con el  abstracto concepto de libertad.

La libertad económica es la libertad de los ricos y poderosos para explotar sin limites ni restricciones legales y expoliar los bienes comunes sin injerencias en su falsa libertad.