domingo, 29 de diciembre de 2013

Ni de izquierdas ni de derechas: Estúpido.

La tan manida y odiosa expresión coloquial "yo soy apolítico" encierra un error mayúsculo y un disparate supino, aboca a la complicidad con los abusos y al anquilosamiento político y, además, es intelectualmente inviable. 

Toda persona, sin distinción alguna, tiene una posición, prioridad y preferencia frente a los conflictos sociales y asuntos políticos.Todas las personas tiene su propia representación ideológica de la realidad, sus convicciones y creencias. 

Pongamos un ejemplo: Si no existe posicionamiento en favor de los trabajadores explotados y en contra de las clases explotadoras y, con mayor concreción, si no existe posicionamiento contra una reforma laboral que destruye derechos laborales, entonces, tácitamente, el posicionamiento sera en favor de los explotadores y de la reforma laboral respectivamente.

El universo político esta formado por partes contrapuestas con intereses antagónicos. Este antagonismo conflictivo es la esencia de la política y, en grado sumo, significa la guerra entre dos partes que no admiten termino medio (la clásico binomio izquierda/derecha es el que representa la naturaleza dicotómica de la política). Por tanto, como en la guerra, las posiciones neutrales se convierten en aliadas de una o de otra parte.

jueves, 26 de septiembre de 2013

Sobre la democracia participativa

La democracia deliberativa pasa necesariamente por un cambio de prioridades en la escala de valores políticos de los ciudadanos. Pasa por recuperar algo de la libertad de los antiguos y renunciar a parte de la falsa libertad de los modernos (recordando el genuino texto de Constant). Pasa por potenciar una mentalidad en la que el individualismo moderno que delega ciegamente la cosa pública en favor de autonomía y ocio alieante, sea desplazado por la virtud cívica, por el apego a lo común y lo colectivo.

Y muy al contrario de lo que sostiene la teoría económica de la democracia, de la que procede la tesis de la elección racional (las decisiones de los individuos siguen la lógica egoista coste/beneficios personales), participar en la esfera pública, no puede concebirse como un coste, sino como un compromiso, un ideal y una forma de entender la realidad política.

Para conseguir este ideal de ciudadano cívico, política, social e ideológicamente elevado, solo hay un camino: educación, instrucción y pedagogía ética.

lunes, 23 de septiembre de 2013

La libertad de competencia y su semejanza con el unicornio.

Son numerosos y variados los mitos que la cultura capitalista liberal ha promovido y extendido entre el sentir general de sus poblaciones  e incluso entre  núcleos académicos aparentemente serios e ilustrados. Su visión sobre la realidad, -hegemónica en lo cultural-  inoculada  a través de los grandes medios de socialización en la subjetividad política de las personas, ha instaurado en el imaginario colectivo,creencias y dogmas de fe asumidos ciega e irreflexivamente como categóricos.  Empero, se trata de ideas sesgadas y mendaces que pretenden pasar por axiomas, con el fin de embellecer y solidificar las bases del modelo dominante, y brindar a éste la legitimidad y el consentimiento ciudadano que le permitan gobernar con comodidad y docilidad.

Una de las falsas creencias mas propagadas por el folclore capitalista y sus apologistas académicos es la libertad de competencia, invocada como una de las principales bondades del capitalismo, repetida hasta la saciedad sin rigor ni base empírica con el único objetivo de engrandecer y dar cobertura doctrinal a tan destructivo modelo productivo y económico. Es la idea de que todas las personas pueden entrar libremente y sin trabas en cualquier sector industrial y comercial para iniciar un proyecto empresarial, adaptándose únicamente a las reglas de la demanda y la oferta, sin constreñimientos ni entorpecimientos a la competencia, es decir, garantizando la eliminación de cualquier elemento que restringa la libertad de competencia y de empresa (trusts, cárteles, fijación de precios, repartición de mercados, practicas colusorias, abuso de posición dominante...)

Sin embargo, del examen detenido de la historia y de los estudios mas serios emprendidos sobre la materia, se extrae una conclusión que desarticula y contradice este falso dogma.

Esta conclusión no es otra que la de considerar la libertad de competencia como una auténtica entelequia, una quimera. La  libertad de competencia es como los unicornios, su semejanza e identidad con ellos es palmaria. Y es palmaria y absoluta, porque al igual que los unicornios, la libertad de competencia, tal y como se concibe en el plano teórico, no existe y aboca inextricablemente al régimen monopolista

En los inicios del capitalismo industrial, cuando las economías de las sociedades más avanzadas y enriquecidas, alcanzaron niveles de crecimiento y desarrollo astronómicos, dando lugar a  cambios profundos  en todos los ordenes y niveles por el auge del liberalismo burgués, las reglas librecambistas y de autonomía en la competencia promovidas por el pensamiento capitalista tuvieron una aplicación práctica equilibrada y ajustada a la teoría en todas las ramas de la industria. El acceso a la actividad empresarial era libre para todos aquellos que tuviesen sobrados recursos y, una vez iniciado un negocio, la libertad de competencia resultaba respetada por la gran diversidad de negocios y empresas que florecieron. Fue en este período, cuando el capitalismo aún estaba sin desarrollar, el único en el que, a costa de la miseria y explotación de la clase obrera, se podía apreciar un cierto nivel de equilibrio de la libertad de competencia.

Sin embargo, con el transcurso de los años, se fue produciendo y consolidando un fenómeno inherente al capitalismo y de gran transcedencia para comprender sus efectos: la concentración de la producción y el surgimiento del capitalismo financiero. Este rasgo de la fase superior del capitalismo, tiene como consecuencia inmediata el surgimiento del monopolio y  la desaparición  de la libertad de competencia, salvo a pequeña escala y en sectores irrelevantes.

Se trata de un fenómeno elevado a ley natural del capitalismo que provoca, como consecuencia inevitable del desarrollo capitalista, la concrentación de la producción en número reducido de potentes empresas, gigantes económicos de gran dimensión y proyección internacional que, a través de los conocidos trusts y consorcios, van apoderándose de manera excluyente, con estrategias torticeras y abusivas,de todas las ramas y sectores de la industria. Todo ello conduce inexorablemente a que la libertad de competencia se convierta en monopolio de las grandes corporaciones.

La concentración de la producción es un fenómeno que no puede desligarse del surgimiento del capitalismo financiero y la oligarquía financiera. Son los grandes bancos los que a través del sistema de participación       -comprando acciones y formando parte de los consejos de administración de las sociedades de capital- y de la creación de comunidades de interés, van haciéndose con el control de las grandes empresas industriales, en todos sus sectores,  estableciendo una alianza  poderosísima y devastadora  con la industria. Esta regresiva alianza se extiende también a la esfera política, en la que los funcionarios públicos de mayor rango, ingresan en la dirección de los grandes bancos, de los principales cárteles. De esta manera, las legislaciones mercantiles y bancarias de los países mas poderosos (Francia, UK, USA y Alemania) se articulan a la medida de los interés del capital financiero, fruto del conchabeo entre bancos, políticos e industriales capitalistas.

No debemos confundirnos. La libertad de competencia conduce inexorablemente al régimen monopolista.
Y no es que con este pequeño texto queramos dar respaldo a las tesis librecambistas y al modelo capitalista puro, sino que pretendemos desmontar la gran falacia de la libertad de empresa y de competencia, que no es más que una camuflaje retórico para encubrir el dominio de la oligarquía financiera y embellecer el capitalismo con el  abstracto concepto de libertad.

La libertad económica es la libertad de los ricos y poderosos para explotar sin limites ni restricciones legales y expoliar los bienes comunes sin injerencias en su falsa libertad.



martes, 27 de agosto de 2013

La batalla cultural

 El mayor triunfo del capitalismo liberal ha sido su victoria en el terreno cultural, fruto de haber conquistado a base de difamaciones y manipulaciones mediáticas la mentalidad política de los miembros de sus sociedades. De este triunfo surge el monstruo de la hegemonía social y cultural del capitalismo, un gigantesco escollo  para transformar la sociedad y superar las regresivas contradicciones e injusticias que encierra el capitalismo. Por ello, el principal campo de batalla en los sistemas occidentales es el cultural.

En comunidades con niveles altos de fragmentación y polarización social, donde los clivajes diseñan sociedades cutluralmente heterogéneas, con indicadores de igualdad y bienestar social bajos, la batalla cultural puede aplazarse y el cambio puede ser impulsado por una minoría concienciada (v.gr Cuba). Sin embargo, en los modelos occidentales, homogéneos y unificados en lo cultural e ideológico, la transformación sustancial y estructural de éstos exige una intensa campaña dialéctica para cambiar el sentir general de la población, agitar las conciencias  y propiciar el apoyo popular al futuro proceso emancipador.

 El pensamiento liberal, cargado de dosis de individualismo, competitividad y antisocialismo, ha conseguido imponer y consolidar en la subjetividad interna de la gente su visión de la realidad, sus valores, principios y categorías morales y políticas. Este fenómeno cultural, impulsado e implementado sibilina y perversamente a través de los mecanismos de socialización ha conseguido su objetivo primordial, al lograr que el grueso los ciudadanos de las sociedades capitalistas asuman y digieran como propio el discurso procapitalista del pensamiento dominante, produciéndose una relación de identidad entre la subjetividad política mayoritaria y las doctrinas neoliberales del establishment.

 Esta realidad, que empieza a deslegimitarse  y erosionarse por los abusos de la crisis, únicamente puede alterarse en favor de los ideales de solidaridad e igualdad propios del socialismo, utilizando los canales, espacios e instrumentos emanados de los sistemas a erradicar, haciendo uso de cuantos medios estén al alcance y especialmente aquellos que tengan mayor difusión.  Las reticencias puristas de los revolucionarios de salón a participar en las estructuras políticas, culturales y comunicativas  convencionales para construir contrahegemonía de izquierdas merecen todo el desprecio por entorpecer cualquier atisbo de cambio y actuar -contrarrevolucionaramente- en favor de la hegemonía neoliberal.

 Los espacios comunicativos y culturales de la izquierda combativa, de aquellos que persiguen con autenticidad los valores nobles del socialismo, pueden resultar muy enriquecedores y formativos, pero su seguimiento es marginal, precario y minoritario.

 Por este motivo, algunos apostamos  por  participar activamente en todos los canales de socialización y comunicación, construyendo un discurso asequible y entendible para la mayoría a fin de reconquistar la subjetividad política individual  y la cultura colectiva, transformando progresivamente los patrones de valoración de la ciudadanía sobre la política.

Una vez se haya alcanzado este díficil y costoso objetivo, conquistar el poder político y legislar posteriormente para cambiar los modelos de organización en todas sus dimensiones y articular democracias populares y sociales supondra una tarea más liviana y con un exito asegurado de antemano, ya que las medidas transformadoras contaran con el apoyo  y la legitimidad de una mayoria hegemónica.

lunes, 12 de agosto de 2013

No es gestión, es ideología.


A la vista de las trabas que supone la ardua tarea de mentalizar a la mayoría de la estafa que esconde la crisis, de las dificultades que entraña el persuadir al grueso de la gente y al común de los mortales -a pesar de la nitidez y claridad que presenta la realidad para algunos sectores ilustrados y medianamente formados- que, desprovistos de grandes conocimientos políticos, no se empapan del trasfondo ideológico que subyace en la crisis y la gestión de ésta, traslademos el debate a lo puramente cuantificable y medible. 

Y, en ese sentido, hay dos datos irrebatibles y empíricos, totalmente ilustrativos y acreditativos del modelo laboral decimonónico y regresivo que están implantado con el pretexto de la crisis. Estos datos, en síntesis, son los siguientes:

-Desde 1996 a 2004, los beneficios económicos de las grandes empresas y corporaciones, técnicamente conocidos como excedentes, se incrementaron un 70 %. Actualmente, aún en "recesión" sus rendimientos siguen aumentando, sin que se hayan impuestos cargas y gravámenes fiscales adicionales sobre estos excedentes.

En contraposición, los rendimientos del trabajo, es decir, el poder real y adquisitivo de los trabajadores en forma de salario, ha descendido un 4%. No sólo el salario no ha crecido en época de bonanza, como lógicamente podría pensarse, sino que ha decrecido. ¿Sorprendente? ¿Casualidad? NO! Ideología neoliberal , pura y dura.

-Por primera vez, desde el inicio del régimen del 78, la distribución del PIB entre beneficios empresariales y salarios de los trabajadores, arroja un saldo favorable a las empresas. La aportación al PIB del excedente empresarial es superior a la aportación al PIB del rendimiento salarial, de la renta de los trabajadores.

Todo esto obedece a razones netamente ideológicas.
Se llama lucha de clases y la van ganando los ricos, como bien ejemplifico Warren Baffet.


jueves, 8 de agosto de 2013

Sobre la corrupción

La corrupción no es un fenómeno coyuntural o puntual, ni un fenómeno que afecte únicamente a los dos grandes partidos a nivel nacional, es un fenómeno endémico e inherente a un sistema político nauseabundo, hediondo y decante, como es el régimen político español del 78.

La corrupción se halla instalada en las mismas entrañas del sistema: todas sus instituciones están enterradas en un lodazal de podredumbre, clientelismo, corporativismo e indecencia política.

La erradicación eficaz y de raíz de la corrupción precisa urgente e imperiosamente un proceso de refundación que transforme de manera estructural el sistema político del 78 y siente las bases de un nuevo modelo político, radicalmente democrático y participativo.

Y esa propuesta constituyente, no puede, de ninguna manera, estar protagonizada ni impulsada por el PPSOE. Sería una auténtica incoherencia y el resultado sería parcial, sesgado y puramente cosmético. Ellos son directamente coresponsables de los mayores escándalos de corrupción y creadores del basurero institucional pestilente que carcome y erosiona la política en España.

Y, como la corrupción no es problema de ética individual y la historia ha consagrado como axioma irrebatible que el poder corrompe, la solución pasa también, (si se quiere atajar el problema de fondo con firmeza y contundencia) por instaurar en nuestro ordenamiento jurídico, con rango de norma constitucional, mecanismos de control y exigencia de responsabilidades, como sistemas de freno popular a los posibles abusos, excesos y desviaciones de poder en que puedan incurrir los gobernantes.

Precisamente por todo ello, el debate sobre la corrupción, como habitualmente ocurre en los medios convencionales, no debe convertirse en un debate infecundo y superficial, circunscrito únicamente al anecdotario particular de cada caso de corrupción que sale a luz. Este tratamiento es, además de deliberadamente buscado por los infames creadores de opinión, un ejercicio de pobreza analítica e intelectual.

El debate debe aprovecharse para tratar de manera reflexiva, racional y en profundidad el fenómeno de la corrupción que, resulta evidente, se encuentra estrechamente relacionado con los valores individualistas, materialistas y mercantilistas que ha conseguido implantar en el imaginario cultural colectivo el capitalismo liberal, para el que la avidez, el afán desmedido de lucro y el dinero, son principios y prácticas socialmente positivas y su seña de identidad.

miércoles, 17 de julio de 2013

Por un modelo de contrainformación


Es sobradamente conocida por la generalidad de la población española,   sin distinciones de clase y con independencia del nivel formativo e   intelectual del ciudadano al que consultemos sobre este particular, la   enorme influencia y el inmenso poder que ejercen los medios de   comunicación masivos en todas las cuestiones de la arena pública, en la mentalidad de los ciudadanos y en la formación de la opinión pública   sobre todo tipo de asuntos, desde lo mas trascendentales a los más banales.

 Éstos potentes comunicadores y creadores de opinión, constituyen, sin   ningún margen para la duda y de facto, un Cuarto Poder, anejo a los tres   grandes poderes constitucionales del Estado, aunque no en el sentido  propio y estricto del término.

Aunque está apreciación sea poco rigurosa desde la óptica jurídica y no  encuentre acomodo alguno en los postulados más elementales del Derecho  constitucional, ya que carece de base doctrinal alguna, de la misma   manera que los medios de comunicación carecen, en su configuración, de  los elementos definitorios, característicos y consustanciales a los  poderes centrales del Estado, la afirmación es perfectamente acertada  desde una perspectiva interpretativa y extra-jurídica y, asimismo, disfruta  de una amplia aceptación en distintas disciplinas académicas.

Este planeamiento, que situa a los medios de comunicación, en el contexto de la sociedad de la información, en un lugar central de la vida política, podría defenderse bajo la misma premisa y con idéntico  fundamento, respecto del Poder Financiero y, en este caso, con mayor aplomo y vehemencia si cabe, a la vista del secuestro al que tienen sometida a la democracia y su supremacia o alianza con los gobernantes. Pero no es este el tema de reflexión en la presente publicación. Con esta referencia al despótico mundo financiero, únicamente pretendo evidenciar la existencia, en nuestros modelos de organización, de tiranías ocultas, privadas y secretas - ya sean del mundo financiero o mediático-que, de facto, condicionan en gran medida la agenda institucional y las decisiones públicas, cuyos efectos repercuten directamente en la ciudadanía y dañan severamente las máximas democráticas.

Observamos, con total claridad y de manera nítida, como agentes externos y ajenos a las instituciones con poder de decisión, emanadas de un sistema democrático (en su versión occidental y constitucionalista), interfieren e influyen en la gestión de los asuntos públicos que, al menos en el plano téorico, esta confiada exclusiva y excluyentemente a delegados  electos, con legimitad legal y racional para adoptar decisiones en nombre de la colectividad delegante.

Además de su papel protagonista en la vida política, moldeando y maleando la agenda institucional hasta el extremo de marcar los grandes temas a discutir, los medios de comunicación, tradicionalmente y con mayor incidencia, cuando empezaron a operar como auténticos medios de masas, han constituido uno de los grandes instrumentos y mecanismos de socialización y el principal vehículo, junto con la educación, para transmitir una visión sobre la realidad y fomentar una cultura determinada. A mi parecer y después de la educación, la comunicación informativa y periodística, es el  mayor arma de adoctrinamiento -sin la carga peyorativa que suele acompañar a este término- y una herramienta de gran calado para forjar la subjetividad polìtica interna, en el plano individual,  y la cultura política, en el plano colectivo.

Precisamente por todo ello,es de vital importancia rediseñar un modelo de comunicación y regular la actividad periodística en favor de los interes generales  y, sobre todo, en nombre de la profesionalidad, rigurosidad e independencia, como reglas supremas que debe presidir la actividad periodística. Todo ello con el propósito de recuperar la esencia de la actividad informativa y, simultanea y cumulutivamente,  desintoxicando la  denostada imagen, práctica  y realidad de los medios de comunicación en nuestro Estado. Una realidad que sitúa a los medios de comunicación, como potentes corporaciones al servicio de los poderosos, expertos manipuladores y distorsionadores de los acontencimientos de la vida pòlítica, económica y social y execrables herramientas de inoculaciòn de la cultura hegemógica pro capitalista.

Y es aquí donde irrumpe mi propuesta, algo debil y falta de desarrollo en algunos aspectos, pero guiada por nobles ideales y orientada a constuir instrumentos de comunicación social y política que satisfagan enteramente los  principios que deben regir la actividad periodística: independencia, rigurosidad y ética profesional. Es una propuesta que se encuadra dentro de las reivindicaciones planteadas por los movimientos populares y que encuentra su referente en los sistemas de gestión de los medios de comunicación promovidos y puestos en marcha en algunas regiones de America Latina. Para ser mas exactos, me refiero a los proyectos de comunicación e información comunitarios, de administración colectiva y popular, que con gran acogida y seguimiento, se han impulsado en territorios zapatistas y en algunos puntos de Bolivia y Venezuela.

En consecuencia y partiendo de las premisas expuestas, este modelo de comunicación, radicalmente democrático, abierto y plural, exige expropiar los medios de comunicación masivos y convencionales a las grandes corporaciones mediáticas que los controlan en los países capitalistas (en los que el grueso de los programas, tertulias, periódicos y medios en general, están gestionados por sectores de la derecha con suficeintes recursos económicos  para emprender en el mundo de la comunicación) y entregarlos a la sociedad en pos de la colectivización de la actividad comunicativa e informadora y con la finalidad de preservar la verdad en la labor periodística.

Y es que, es lógico, racional y de sentido común que si los mecanismos de difusión y transmisión informativa se introducen, como sucede en nuestro país y en los países de la familia capitalista-liberal, en la lógica de la economía de mercado, la mercantilización y el corporativismo penetrarán en ellos como un punzón ardiente, defenestrando cualquier atisbo de crítica, independencia y oposición que pudiera existir en ellos, contaminado el mundo del periodismo y condenando a los profesionales de esta imprescindible labor, a ser meros sujetos pasivos y cómplices de la estafa informativa perpretada por estos abyectos creadores de opinión.




miércoles, 10 de julio de 2013

Hablemos de democracia

Desde el estallido de la pronunciada crisis sistémica y estructural del modelo de producción capitalista, en su dominante y mundializada dimensión financiera y bursátil, las dramáticas y antisociales consecuencias que ha generado su gestión, por parte de las autoridades políticas -estatales y supraestatales-,  en las sociedades postindustriales de la periferia europea, han venido acompañadas de una fenómeno generalizado de desafección y desprestigio de la democracia liberal representativa.

 Sin lugar a dudas, este profundo desapego presenta una mayor incidencia y visibilidad en las sociedades que más están sufriendo los efectos del expolio y saqueo que los altos representantes del neoliberalismo están perpetrando con el pretexto de la crisis y la falacia de la deuda pública.

 Si bien es cierto que esta realidad cultural y política, de desapego y falta de confianza hacia las instituciones propias de los sistemas representativos, se percibe y despliega sus efectos con más fuerza e intensidad en las sociedades periféricas, podemos realizar un ejercicio de analogía y extrapolar este complejo fenómeno al resto de sociedades donde el capitalismo en lo económico, y el liberalismo en lo ideológico y político, se han implantando con solidez.

 Esta pauta valorativa, de desengaño de la ciudadanía hacía la política tradicional e institucional alcanza niveles mas elevados en las sociedades de la periferia europea, en el contexto actual, esencialmente por la relación de causalidad que existe entre el paro y el bienestar social, como variable independientes, y la confianza en la casta política, como variable dependiente.

Destacar que la relación causa-efecto apuntada y las conclusiones que de ella se desprenden, además de resultar de la aplicación de las más elementales reglas de la lógica y del sentido común, ha quedado constada y acreditada por los resultados de la investigación politológica desarrollada sobre este terreno.

 Se trata de un fenómeno que transforma las valoraciones, percepciones y respuestas subjetivas de los ciudadanos sobre objetos centrales y capitales del sistema político, como puede ser el Parlamento y el Gobierno y mina la legitimidad, credibilidad y reputación de sus instituciones primarias, desatando una erosiva crisis de identificación entre representantes y representados fácilmente apreciable en la opinión pública y probada por las numerosas encuestas de opinión realizadas y, por tanto, manifiesta, nítida y clara pero nada novedosa para ciertos sectores académicos e intelectuales que, desde hace tiempo, vienen advirtiendo y evidenciando las deficiencias,  fracasos y limitaciones de la democracia liberal representativa.

 Los efectos descritos, son consecuencia directa de las  limitaciones inherentes a la concepción elitista, pobre y oligárquica que desde el pensamiento liberal y conservador se mantienen y defienden del diseño político y jurídico que debe tener la democracia como forma de gobierno. Esta teoría, de naturaleza excluyente, exclusivista y reducida, postula la incapacidad material e intelectual de las capas sociales mayoritarias para dirigir la vida pública por su falta de formación y preparación y apuesta, revestida siempre con falsas proclamas democráticas, por una modelo de democracia, puramente procedimental, de formas y no de contenido.Esta corriente teórica, confronta con la segunda visión de la democracia, a saber: democracia material, sustantiva e inclusiva. Esta visión, acogida por la izquierda alternativa persigue el objetivo básico y consustancial de la autentica concepción democrática, es decir, la extensión del poder y la capacidad para hacer política al mayor número de personas, sin distinciones de ningún tipo.

 Es la confrontación ideológica y dialéctica entre dos maneras de comprender los fenómenos políticos y sociologícos y, fundamentalmente, entre dos corrientes y visiones de la democracia. Aunque en las dos se parte del gobierno representativo y de los principios que lo integran como base y fundamento de la globalidad del sistema político democrático, las diferencias surgen en las posibilidades reales de intervención en el juego político que deben otorgarse a los ciudadanos más allá de su participación en procesos electorales.

 En este debate y hablando  claro y directo, están más que claros los interés y pretensiones de los colectivos que conforman una y otra corriente de pensamiento:

 La visión de la democracia material e inclusiva, trata de aproximarse lo máximo posible al ideo puro de la democracia, a la democracia en su máxima significación, apostando por articular mecanismos e instrumentos de democracia participativa que permitan la intervención directa de los miembros de las sociedades en la vida pública, en el proceso de toma de decisiones. Se persigue la representación de la sociedad en y ante el poder, es decir, la creación de espacios de decisión destinados a que los depositantes y titulares de la soberanía y detentadores de la misma, ejerzan directamente y sin intermediarios el poder político, cumpliéndose la máxima del principio democrático.

 En contraposición, la corriente liberal, desde posturas que atacan frontalmente la esencia democrática, trata de dar cobertura doctrinal y teórica a la restricción de la actividad política a los más preparados, aptos y capaces reduciendo la participación de las capas sociales, principalmente las de menos recursos, a la pasividad electoral, a su mera intervención en la elección de representantes.

 Lamentablemente y debido al control que ejercen los representantes y partidarios del modelo liberal en todos los medios de socialización, sus posturas, siempre encubiertas y camufladas con el manto de la democracia y las libertades, calan y encuentran acomodo en una gran parte de la población que, de manera acrítica las recibe y convierte en convicción personal. De ahí la necesidad de construir contrahegemonia y conquistar la subjetividad política de la población.

 Sin embargo, un análisis riguroso de los sistemas construidos en nombre del liberalismo, revela que tras los planteamientos políticos darwiswinistas y su concepción elitista de la democracia, los defensores de esta execrable doctrina, únicamente persiguen el oscuro objetivo de perpetuar en las estructuras que genera el poder a las oligarguía política, estrechamente aliada y confabulada con la oligarquía económica, para garantizar la conservación y estabilidad de sus respectivos privilegios y neutralizando a la vez cualquier atisbo de oposición y  alternancia.

 Ya en el terreno material, concreto y específico, podemos observar con claridad en la práctica política y en el escenario público español la lucha mantenida por los grupos que defienden una y otra visión de la democracia. De la misma manera, contemplamos continua y sistemáticamente, las fuertes reticencias de aquellos que se encuentran en situación de poder y dominio, a incrementar la participación ciudadana en la vida política y regenerar la política en favor de un modelo radical y estructuralmente más inclusivo y abierto.

Una oposición que se entiende perfectamente desde la estrategia orquestada y planificada por los sectores dominantes para preservar sus lujos, y que se desarrolla y aplica a través de todos los cauces y medios existentes (formales e informales, oficiales y extraoficiales, visibles y ocultos) haciendo uso,  si es necesario,   -sin escrúpulos e intencionadamente, pero siempre de manera sutil y encubierta- de la coacción, la represión, la sanción, la criminalización y todos los mecanismos imaginables, habidos y por haber, para frenar las luchas democráticas, contestatarias y colectivas contra los abusos, injusticias y excesos del sistema en todas sus dimensiones.