jueves, 8 de agosto de 2013

Sobre la corrupción

La corrupción no es un fenómeno coyuntural o puntual, ni un fenómeno que afecte únicamente a los dos grandes partidos a nivel nacional, es un fenómeno endémico e inherente a un sistema político nauseabundo, hediondo y decante, como es el régimen político español del 78.

La corrupción se halla instalada en las mismas entrañas del sistema: todas sus instituciones están enterradas en un lodazal de podredumbre, clientelismo, corporativismo e indecencia política.

La erradicación eficaz y de raíz de la corrupción precisa urgente e imperiosamente un proceso de refundación que transforme de manera estructural el sistema político del 78 y siente las bases de un nuevo modelo político, radicalmente democrático y participativo.

Y esa propuesta constituyente, no puede, de ninguna manera, estar protagonizada ni impulsada por el PPSOE. Sería una auténtica incoherencia y el resultado sería parcial, sesgado y puramente cosmético. Ellos son directamente coresponsables de los mayores escándalos de corrupción y creadores del basurero institucional pestilente que carcome y erosiona la política en España.

Y, como la corrupción no es problema de ética individual y la historia ha consagrado como axioma irrebatible que el poder corrompe, la solución pasa también, (si se quiere atajar el problema de fondo con firmeza y contundencia) por instaurar en nuestro ordenamiento jurídico, con rango de norma constitucional, mecanismos de control y exigencia de responsabilidades, como sistemas de freno popular a los posibles abusos, excesos y desviaciones de poder en que puedan incurrir los gobernantes.

Precisamente por todo ello, el debate sobre la corrupción, como habitualmente ocurre en los medios convencionales, no debe convertirse en un debate infecundo y superficial, circunscrito únicamente al anecdotario particular de cada caso de corrupción que sale a luz. Este tratamiento es, además de deliberadamente buscado por los infames creadores de opinión, un ejercicio de pobreza analítica e intelectual.

El debate debe aprovecharse para tratar de manera reflexiva, racional y en profundidad el fenómeno de la corrupción que, resulta evidente, se encuentra estrechamente relacionado con los valores individualistas, materialistas y mercantilistas que ha conseguido implantar en el imaginario cultural colectivo el capitalismo liberal, para el que la avidez, el afán desmedido de lucro y el dinero, son principios y prácticas socialmente positivas y su seña de identidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario